Capítulo 08.
Junseo se sentía mal, terriblemente enfermo. Jimin había tenido que pedirle el día libre a Seonghwa para poder cuidar a su hijo. El doctor, el cual había visitado ayer, le recetó algunos jarabes para poder disminuir su tos, sin embargo el niño se negaba rotundamente a tomarlos.
—Si no tomas esto vas a quedar enfermo para siempre, Junseo, tienes que hacerme caso.
—No quiero, mami, me duele mucho mi panza.
—Lo sé, pero esto te lo dio el doctor y es para que ese dolor se vaya.
—Doctor malo —hizo un pequeño puchero.
—Los doctores no son malos.
—Lastiman —las lágrimas rodaban por sus mejillas.
—¡Nadie te quiere lastimar! ¡Junseo, por favor! ¿Crees que dejaría que alguien te lastime?
—No, mami.
—Bien, entonces tómate esto.
El niño quejándose, tomó la pequeña medida de jarabe que le era otorgada por Jimin. Pasó sus manitos por su cara y suspiró fuerte, oliendo el enojo de su madre.
—Lo siento, mami.
—Tienes que empezar a actuar mejor, no te puedes comportar así siempre.
—No volverá a pasar.
El celular de Jimin sonó y este se paró para buscarlo. Junseo cerró sus ojos y se acurrucó contra sus sábanas, las lágrimas abundaban y los pequeños sollozos escapaban de su boca.
Unos cuantos minutos más tarde, Jimin ingresó a la habitación. Su hijo estaba sentando en la cama con una muñeca entre sus manos. Apoyó sus labios en la frente del niño para sentir su temperatura, la cual había bajado significativamente.
—Era Jungkook quien llamaba —el niño levantó su rostro—. Quiere venir a verte.
—¡Si!
—¿Vas a comportarte bien frente a él? ¿Sin escándalos?
—Sin esco-escándalos, mami.
—Bien.
El niño, lentamente, se acercó al borde de la cama extendiendo sus brazos. Jimin lo agarró e hizo que enganchara sus piernitas en su cintura. Junseo colocó su rostro contra el cuello de su madre, dejó un besito reconfortante ahí.
—Siento mucho haberte gritado, hijo. No hiciste nada malo, no es tu culpa estar enfermo.
—Tengo que tomar medicina, mami, no portarme mal.
—Eres mi bebé, el bebé más precioso del mundo. No te portaste mal, yo si.
—Tú tampoco —dejó un beso en la mejilla de rizado—. Te amo, mami.
—Te amo.
✧✦✧
Veinte minutos después el timbre del hogar sonó, Jimin caminó con un Junseo —muy emocionado— abrazado a su cuerpo. Abrió la puerta y sus ojos chocaron con los de la persona que menos quería ver en el mundo.
Siwon.
Junseo casi lanza un grito que fue ahogado contra el hombro de Jimin. Su pequeño cuerpo tembló un poco.
—¿Qué haces aquí?
—¿No es obvio? Es la casa de mi omega y mi, bueno, hijo.
—Yo no soy tu omega, y Junseo es completamente mío. Tú no tienes nada que ver.
—No soy quien para explicarte esto pero... —él dio un paso más, entrando a la casa—. Para hacer un hijo se necesitan dos personas.
—Sé bien como funciona eso, sin embargo; no me importa. Mi hijo está asustado y quiero que te vayas de mi casa.
—Oh, vamos, cariño —apretó la mandíbula del omega—. Siempre fuiste un chico tan necesitado e insistente y me quieres alejar. ¿A qué juegas?
—Cierra la boca y vete de mi casa. Mi niño esta aquí y él no necesita escuchar tus mierdas.
—Podemos olvidarnos de él, dejarlo en el pasado, como un error y ya.
—Vete de mi casa.
La voz de Jimin sonó gruesa, rasposa y con mucho odio. Un gruñido surgió de su garganta, nada comparado con los de un alfa.
—Volveré pronto.
—No lo hagas.
El alfa salió de la casa y Jimin pudo respirar. El aire en sus pulmones se sentía tosco. Junseo apretó sus brazos alrededor del ojiverde, estaba tan asustado.
—Ya pasó, bebé, ya está. Mamá está aquí —sentó al niño en el suelo para poder verlo mejor.
—Mami, por favor, no me dejes con él.
Los ojos del pequeño estaban rojos y brillosos, lágrimas acumulándose en ellos y su mano izquierda estaba apretando su nariz.
—Jamás, Jun, nunca te dejaría con él.
—Malo, mami.
—Muy malo.
El timbre volvió a sonar y un sollozo escapó de la boca del menor, aferró sus pequeñas manos a los muslos de Jimin. El omega mayor dirigió sus pasos a la puerta y volvió a abrir, estando atento a cualquier situación peligrosa que pudiera pasar.
En cambio, al otro lado de la puerta, estaba parado un pulcro alfa de ojos azules. La chaqueta de su traje colgaba en su brazo izquierdo mientras que con el derecho sostenía un maletín. Una sonrisa resplandeciente estaba impregnada en su rostro.
—Hola.
—Oh Dios, hola, pasa. Junseo solo es Jungkook.
Levantó al pequeño quien estaba en un rincón de la sala con su cara entre sus manitos. Sus ojos verdes azulados chocaron con los azules cielo de Jungkook.
—¿Qué pasó? ¿Están bien?
—Junkuk.
Junseo corrió con todas sus fuerzas y fue tomado por Jungkook. Inmediatamente, Jun se aferró a los hombros del alfa, como si fueran el último salvavidas en el medio del mar.
—Hola, ángel.
Se dio la vuelta solo para ver a Jimin sentando en la mesa, estaba comiendo sus uñas mientras miraba un punto fijo en la pared.
—¿Qué pasó aquí, bebé? —Jungkook susurró.
—Papá Won vino —habló bajito contra el cuello del alfa.
—¿Eso es malo?
—Él es malo, muy malo. Dejaba los ojos de mami morados.
—Oh.
La sangre de Jungkook se heló y pudo sentir como un pequeño rugido quería salir de su garganta.
—Jimin, ¿puedes venir aquí, por favor?
El omega se acercó a ellos y sintió el brazo de Jungkook rodeando su cintura, empujándolo hasta que finalmente lo unió al abrazo que ya se había formado entre el alfa y Junseo.
Un olor fuerte a tierra mojada con un toque de madera se comenzó a sentir en el aire. Era exquisito y tan relajante.
Entonces, si, el alfa los estaba marcando con su olor y fue completamente gratificante. Jimin vio como el cuerpo de Junseo se relajó con el costado de Jungkook y, aunque odiaría admitirlo, su cuerpo cayó casi rendido sobre el pecho del castaño. Tan cómodo, como si ese fuera su lugar en el mundo.
—¿Estás mejor? —el alfa susurró hacia el rizado.
—Si, gracias.
—Hey, sal de tu escondite y mírame.
El ojiverde levantó su rostro del pecho de Jungkook y le brindó una cálida sonrisa.
—¿Quieres hablar sobre esto?
Jimin dirigió su vista al omega que Jungkook tenía enganchado en su brazo, Junseo estaba dormido y de su boca salían pequeños hilos de baba que quedaban enganchados en la costosa camisa del alfa.
—Luego.
—Bien, ya puedes volver a tu lugar.
Jimin rio y volvió a apoyar su mejilla contra el torso del ojiazul. Suspiró complacido cuando el alfa se movió al sofá, trasladando consigo el cuerpo de ambos omegas —quienes quedaron recostados sobre Jungkook—. Los dedos del alfa comenzaron a hacer mimos en el pelo de Jimin hasta que sintió que su respiración se calmó. El omega mayor se había dormido, escondiendo su cara en el espacio que hay entre su cuello y sus clavículas.
El alfa de Jungkook picaba en su interior. Quería cuidar a estos omegas a toda costa, quería mimarlos y que se calmen con su olor. Necesitaba estar ahí para ellos.
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